

De las personas mayores dijo que “envejecer sin mejorar es el mayor fracaso” puesto que estas pueden envejecer mejor ayudando a los demás, siendo útiles en la solución de tantas cosas diarias, cumpliendo años sin dejar de tener imaginación y curiosidad, sorprendiéndose y preguntándose –como cuando éramos niños- ante tantos acontecimientos de la vida. La actividad mental y el intercambio social nos mejora y nos hace más despiertos. La relación con los nietos, su atención, cuidado y custodia es otra tarea que implica responsabilidad, respeto y afectividad mejorando nuestra vida adulta. Y es que, efectivamente, los nietos nos rejuvenecen aunque, también, nos compliquen la vida.
Los abuelos han aportado y aportan más de lo que se piensa a la causa de la liberación femenina porque muchas mujeres no hubieran podido trabajar si no hubiesen contado con abuelos dispuestos, por lo que las abuelas –sobre todo- son el mayor agente de empleo. La edad madura no es un simple trastero lleno de sólo de achaques y altos riesgos, sino un grupo humano que tiene todo el derecho a proclamarse con orgullo como un grupo de edad con atributos únicos y muy cualificados.
Los sentimientos que despiertan los nietos establecen unas relaciones cómplices con los abuelos que en realidad se convierten en “aliados naturales”. Y es que es distinto el papel de madre y el de abuela y diferente la asunción de responsabilidades. En otras sociedades -y en la nuestra también lo fue hace tiempo- a los mayores se les tiene en gran consideración por estar cargados de experiencia y de sabiduría para transmitirlas a los más jóvenes. Y es cierto que en las culturas más primitivas la voz del anciano se dejaba oír, con decisión, porque era la voz de la experiencia y del conocimiento. En nuestro tiempo los mayores son “abueletes”, trastos inservibles en una sociedad tremendamente competitiva, que no trabajan, que no producen y a los que hay que mantener con unas pensiones que trastocan los presupuestos.
A pesar de los expuesto -expuso Jesús Asensi- a los abuelos actuales la sociedad empieza a verles algo de valor por ser la clave en la ayuda a los nietos, ya que estos, están gran parte del día, en muchos casos, sin sus padres por lo que reciben de sus abuelos atención, cuidado físico, afecto, calor y seguridad. Porque a muchos de los abuelos se debe que en los hogares de sus hijos pueda conciliarse la vida laboral y la familiar. Se dan todos los casos, desde los abuelos que se encargan de todo (llevarlos y traerlos del colegio, darles de comer, bañarles, atenderlos cuando están enfermos, etc.), hasta cuando se prescinde de ellos. La mayoría de los abuelos están, dispuestos para todas las emergencias que surjan en la dinámica familiar, como son las enfermedades corrientes, las alteraciones en los horarios laborales de los cónyuges, las largas vacaciones escolares o aquellos otros momentos que necesita la pareja para relacionarse y atender eventos sociales.
Es grande la ternura y la felicidad que se siente al estar con los nietos. Bien es verdad que, a veces, nos cansan con su vivacidad y atención constantes. Pero suelen ser más los momentos gratificantes que luego sirven para ser contados a la familia y amigos. Terminó Jesús Asensi destacando la gran importancia que tiene la interrelación de abuelos y nietos como un elemento clave de la cohesión social. Y la influencia positiva en la salud mental y el mejoramiento de los mayores y en el desarrollo de la personalidad y la afectividad de los pequeños.

